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Hablemos de privilegios

11 Mar 2019 | Conversemos, Redactora: Cin

“A mí nadie me regaló nada”, “yo me hice desde abajo”, “es mérito propio y nada más”. ¿Te suena? Seguramente lo hayas escuchado de algún empresario o político famoso, o simplemente de personas que conozcas en la vida y que hayan logrado una determinada posición social o económica. Pero, ¿es tan así?

Es como un videojuego

Parece bastante obvio que no todo el mundo arranca desde el mismo punto, ¿no? A mí me gusta pensar a veces que la vida es como un videojuego en el que todos estamos jugando más o menos a lo mismo, pero algunos arrancamos en la pantalla cero y otros en la cien y, además, no todos jugamos con el mismo nivel de dificultad.

Y eso no lo elegimos nosotros, sino que nos viene dado: depende de las circunstancias en las que venimos al mundo y en las que vamos a crecer y desarrollarnos. Hay cosas que podemos cambiar o revertir y otras de las que podemos sacar mayor o menor provecho: ahí sí que el esfuerzo juega un papel importante.

Sin embargo, hay un discurso fuerte de que el sacrificio lo es todo y de que no hay límite a lo que puedas lograr si te esforzás. Hay que tener mucho cuidado con esos planteos, porque hay un montón de otros factores que influyen (¡incluso el factor suerte!) y, si no nos los cuestionamos, vamos a terminar frustrados, sintiendo que todo nuestro esfuerzo no valió la pena y que la culpa es nuestra, que fracasamos.

No es igual para todos

Resulta fácil comparar nuestra propia situación con la de algún millonario o famoso y notar claramente que nuestras circunstancias de vida no son o no fueron las mismas que las de ellos. Pero, ¿sabés qué? Cada uno de nosotros también es privilegiado en una o en muchas cosas, aunque no nos demos cuenta o aunque pensemos que no. Y aunque se supone que “la ley es pareja para todos”, la realidad es otra cosa.

Te pongo un ejemplo bien claro: ¿te gustaría estudiar una carrera cuando termines el liceo? El Estado nos provee educación terciaria y universitaria gratuita. Genial, ¿no? Pero la respuesta no va a ser la misma si vivís en Montevideo o en el interior, porque en la mayoría de los casos, como decía una canción hace años, “morís en la capital”. Eso implica que una familia del interior no tiene que pensar solamente en el costo de boletos, libros y fotocopias, sino, además, en todos los gastos que implica mudarse y vivir en otra ciudad.
Y, hablando de eso: ¿te parece poco pensar en gastos de boletos, libros y fotocopias? Porque tampoco todo el mundo accede a esas cosas. Y también hay gente que las puede pagar porque trabaja mientras estudia, lo que hace que demore más en terminar la carrera e ingrese más tarde al mercado laboral… Ni que hablar de que hay gente que ni siquiera puede hacer el liceo. ¿Ya ves por dónde va la idea?

Cuestionate tus privilegios

Todo lo que consideramos natural o normal en nuestra vida puede ser algo totalmente utópico para otra persona, y está bueno saberlo y reconocerlo. Las oportunidades no son idénticas para todos. ¿Te parece que es lo mismo ser hombre o mujer? ¿Ser cis o trans? ¿Ser heterosexual o LGBT+? ¿Haber nacido en un determinado departamento o barrio y no en otro? ¿Haber tenido que emigrar de tu país natal o no? ¿Tener un cierto color de piel u otro? ¿Tener techo, comida y abrigo todos los días o no? ¿Haber podido ir a la escuela o liceo, no haber podido estudiar o haber ido a colegio privado? ¿Tener una familia que te apoya y contiene o no?

Podría seguir con preguntas hasta el infinito, pero la idea es que está bueno plantearse estas cosas y darse cuenta de que nadie “se hace solo”: nuestras circunstancias condicionan un montón de cosas y, en general, nuestros vínculos y la sociedad toda también son parte de todo aquello que logramos.

Entender que no todos arrancamos en la misma pantalla ni con la misma dificultad nos puede ayudar en eso de no frustrarnos y también a tener más empatía con los demás. Así que hoy te invito a reflexionar sobre tus propios privilegios y a tener abiertos los ojos a las circunstancias de vida, tanto las propias como las ajenas. No se trata de negar las tuyas o sentirte mal por ellas, sino de desarrollar la capacidad de verte inserta en el entorno, de reconocer los privilegios como lo que son. ¡Así nos podemos entender mejor!

Cin Bichito luchando contra el mundo since 1984. Tengo tantas cosas que quiero leer, escribir, aprender y probar, tanta música para escuchar, tantos lugares para conocer y tantos gatitos para acariciar que no me va a dar la vida, pero moriré intentando.

Ilustración: Nat

En este artículo:

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