Ilustración: Isabel
Encontrando nuestro lugar para hablar
Cuando era adolescente, me acuerdo de que formaba parte de un grupito de chicos y chicas con los que siempre nos sentábamos juntos en clases. Éramos seis, tres varones y tres mujeres, con edades entre los 14 y 16 años. No recuerdo cómo nos acercamos ni exactamente por qué; éramos bastante distintos. Solo recuerdo que eran amables y que me divertía pila con ellos.
Uno de los varones del grupo siempre hacía chistes y descolocaba a los profesores con sus bromas. No le daba miedo decir las cosas que pensaba y le encantaba hacerse el gracioso. ¡Era un verdadero payaso! Además de él, una de mis amigas del mismo grupito también era bastante directa y no tenía ningún problema en cuestionar las cosas y llamar la atención durante las clases. Yo también me reía de los comentarios que hacía ella, pero además de gracia me causaban sorpresa y hasta admiración, algo que no me pasaba cuando mi amigo hablaba.
No sabía por qué, pero me llamaba la atención que ella fuese tan honesta y no le diese vergüenza hablar delante de todos. Tal vez porque, entre todas las chicas en aquella clase, casi ninguna se animaba a hablar delante de todos, incluyéndome.
Voces interrumpidas
Hace poco me topé con este recuerdo de mi grupito de amigos. Fue cuando conocí a una filósofa brasileña llamada Djamila Ribeiro. Ella es feminista y escribe sobre muchos temas relacionados al lugar que la mujer ocupa en el mundo; uno de esos temas es el habla.
Según Djamila, las voces de las mujeres y de otros grupos marginalizados tienen menos valor para la sociedad: lo que opinamos no tiene el mismo peso. Eso me hizo pensar que, después de tanto tiempo siendo interrumpidas, muchas de nosotras nos acostumbramos a callarnos.
No vale
Hablé sobre este tema con la psicóloga Yarlenis Mestre. Ella se dedica a estudiar cuestiones de género y me explicó su visión sobre esta diferencia de valor que se la da a distintas voces: «Siendo un sistema jerárquico, que da lugares privilegiados principalmente a hombres cis, blancos, de clase media, heterosexuales (a partir de que estos se entienden como el ideal de humanidad), es de esperar que sean los más escuchados y reconocidos en diferentes espacios».
Ella también me contó que en varias ocasiones sintió que su opinión era menospreciada con relación a la de los varones, especialmente en situaciones de trabajo. «La sensación es de impotencia […] Es como que no somos interlocutoras lo suficientemente válidas».
Buscando espacios
Otra mujer con la que charlé es la escritora Lu Ain-Zaila. Ella me contó que ha vivido muchas situaciones de desigualdad como autora y como mujer negra. No es la única: eso se puede ver en la cantidad mucho menor de libros y otras producciones creadas por mujeres. «¿Cuántas autoras negras ya leíste? ¿Y dónde están mis colegas latinas? ¿Por qué no las encuentro? Estas preguntas representan mi dificultad en tener espacio», dice.
Tener voz cuesta
Después de leer a Djamila y charlar con estas mujeres entendí por qué me parecía tan raro que mi amiga tuviese el coraje de compartir sus ideas en voz alta. Eran tan pocas las chicas que se animaban a hablar, que siempre que una lo hacía sonaba rarísimo.
Sin embargo, para mi amiga no era fácil hacerse oír. Como una vez me contó, ella sentía mucha ansiedad todas las veces que hablaba, aunque no pareciera. Mientras para mi amigo o cualquier varón era natural hablar y ser escuchado con apertura y buena recepción, aunque dijera un chiste boludo, para mi amiga hablar implicaba exponerse y enfrentar críticas o poco interés por parte de los demás. La admiraba en aquel entonces y la sigo admirando hoy por no callarse.
Buscando espacios
Para Djamila y muchas otras feministas es importante que nosotras encontremos y generemos espacios para hablar, compartir, opinar. Necesitamos dar visibilidad a las personas cuyos pensamientos han sido desconsiderados por tanto tiempo.
Yarlenis recomienda a las lectoras de Harta que se vinculen a grupos, redes y asociaciones feministas en las que sientan que tienen espacio, tanto para escuchar como para hablar. Seguir aprendiendo sobre estos temas también es importante.
Lu nos deja un mensaje de esperanza: «Tengan fuerza y calma, porque otras y otros te van a escuchar y se juntarán. Y esta es la jornada para un cambio que empieza en nosotras y después se da en los que están en nuestro alrededor».