Greenwashing y consumo consciente: ¿de qué estamos hablando?
Muchas personas están interesándose en el impacto ambiental de lo que compran. El aumento de las dietas basadas en plantas, los movimientos de activistas por el cambio climático y la aparición en el mercado de marcas o productos «eco-friendly”, “verdes” o “naturales” es prueba de esto.
A este último punto lo conocemos como greenwashing, que en inglés es definido por el Cambridge Dictionary como “comportamiento o actividades que hacen a la gente creer que una compañía está haciendo más por proteger el ambiente de lo que realmente hace”. Es común escuchar en publicidades que una botella de refresco es reciclable o que un shampoo fue hecho “con extractos naturales”, pero esto no necesariamente significa que la empresa que lo promociona esté brindando un producto que no afecta el ambiente.
Nuestro granito de arena
En primera instancia, hay que entender que todas las actividades humanas tienen impacto ambiental, pero lo que podemos hacer es que tengan el mínimo impacto posible, buscando no abusar de los recursos naturales. A esto le llamamos sostenibilidad. Algo es sostenible cuando se puede mantener su uso o producción durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.
Para saber cuándo un producto es verdaderamente sostenible existen certificaciones oficiales: está el logo del conejo para identificar cuando un producto es libre de crueldad animal, la certificación FairTrade para saber cuándo los trabajadores recibieron un pago justo y no hubo prácticas laborales abusivas con ellos o su tierra y muchas otras sobre estándares de producción sostenibles. Tristemente, en Uruguay no es común que estas se utilicen, por lo que tenemos que investigar un poco más al momento de saber si lo que estamos comprando tiene un mínimo impacto ambiental.
Ser un poco detective
Para empezar, tenemos que leer las etiquetas. Es común que se utilicen palabras como “verde”, “natural” o “ecológico”, que son tremendamente ambiguas y no tienen ningún peso. Quien las utiliza no está teniendo ningún compromiso ambiental real, ya que en la legislación nacional no existen restricciones respecto al uso de estas etiquetas. Usar términos más específicos como compostable, oxibiodegradable u orgánico (certificado por la Red de Agroecología del Uruguay) nos logra dar una idea más clara acerca del impacto ambiental del producto.
Luego hay que revisar el envase: que algo sea reciclable no se traduce en que esto sea efectivamente reciclado. Pensemos en Coca Cola: todos sus envases descartables, de acuerdo a la página, son 100% reciclables. Ahora, en Uruguay solo se recicla el 5% de los residuos, según la Dirección Nacional de Medio Ambiente. Entonces, da igual que las botellas sean 100% reciclables, si al final en su amplia mayoría nunca llegan a ser recicladas.
¿Lo vegano es eco-friendly?
Por más que la mayoría de los productos veganos suelan ser mejores que las demás alternativas, hay que recordar que el hecho de que algo sea vegano no necesariamente lo hace mejor para el ambiente: el cuero vegano es plástico, un derivado del petróleo; la miel de agave —la alternativa vegana a la miel— es un monocultivo a gran escala que utiliza mucha tierra, pesticidas, herbicidas y agua en zonas de pocas lluvias de México. Como contraparte, la miel de abeja se puede producir localmente y ayuda a la polinización, lo que mejora la salud del ecosistema. También muchas galletas veganas usan aceite de palma, cuya producción depreda las selvas del sudeste asiático.
Consumo consciente
Ser consumidores conscientes significa entender que detrás de cada cosa que adquirimos hay valores éticos que estamos defendiendo y que tenemos la responsabilidad de elegir siempre la alternativa que vulnere menos nuestros derechos a un ambiente limpio y un nivel de vida digno.
Como medida para asegurarnos de que algo sea sostenible, siempre es mejor comprarlo directamente a quien lo produce y es preferible comprar productos hechos en Uruguay. ¿Por qué? Porque el impacto ambiental de un producto se refleja en las condiciones laborales de quien lo fabrica y también deriva de la cantidad de combustible que se utiliza en su transporte. Ir a la feria y comprar las verduras de estación, comprar pan en la panadería del barrio y buscar emprendedores que vendan jabones artesanales es una manera fácil de ayudar. Estas personas, a diferencia de las grandes empresas, no tienen dinero para campañas de marketing, sino que se dedican a hacer con sus manos o cultivar en su tierra lo que están ofreciendo, y no van a sacrificar su salud o bienestar con tal de reducir costos.
La información de este artículo surgió de estas lecturas:
«Uruguay recicla solo el 5% de sus residuos y entierra toneladas de gran valor», publicado por Sudestada.
«Plástico de botellas: 100% reciclable», publicado por Coca Cola de Uruguay.
«Why is palm oil bad for the environment, and what can people do to help?», publicado por The Independent.
«MEXICO: Tequila Leaves Environmental Hangover», publicado por Inter Press Service.
Redactora: Clara Rivero