Libertad de expresión y discursos de odio
Hace tiempo que venimos siendo testigos de este tipo de dinámicas: alguien tira un comentario misógino, racista, homofóbico o discriminatorio, otra persona le hace ver la naturaleza de su comentario y la primera responde: “Es mi opinión y tengo derecho a decirla”.
Te suena, ¿no? Desde los comentarios en las redes hasta las expresiones de los políticos o de personas en posiciones de poder, el discurso que se da es siempre el mismo: no importa lo que se diga, sino el hecho formal de que tenemos derecho a decirlo.
¿Qué pasa con los discursos de odio?
En algunos casos, tanto en nuestro país como en otros, hay discursos como la apología del delito que son calificados como delitos en sí mismos, especialmente en lo que tiene que ver con los crímenes de lesa humanidad.
Pero la realidad es que la tensión constante con la libertad de expresión implica (más allá de lo que tiene que ver con lo judicial, que no es de lo que hablamos ahora), algo obvio: que lo primero que sucede con ese discurso es que se enuncia y, una vez dicho, ya tiene efectos en el mundo real independientemente de cualquier intervención judicial posterior.
El modelo de justificación-supresión del prejuicio
El modelo psicológico de justificación-supresión del prejuicio sostiene que no exponemos directamente nuestros prejuicios, sino que los restringimos gracias a creencias, valores y normas que los suprimen, pero que cuando aparece una justificación (como una ideología, un estereotipo, etc.) es cuando saltan nuestros prejuicios reprimidos.
Una vez aparecida esta justificación, ella hace que consideremos aceptables esos prejuicios en privado, pero también que creamos adecuado comunicarlos en público: difundirlos, actuar en función de ellos sin ningún tipo de vergüenza o de culpa… a tal punto de que pueden llegar a naturalizarse y dejar de ser percibidos como prejuicios.
Imaginate lo importante que es esto cuando los prejuicios son directamente aleccionados, justificados, por discursos de odio (expreso o implícito) contra cierto grupo de personas. Tenemos un caso cercano que ejemplifica esto: en noviembre de 2018, varias personas golpearon y dejaron en estado grave a una mujer trans en Salto mientras vociferaban ideas transmitidas por ciertos sectores que se oponían a la aprobación de la Ley Trans.
¿Y qué pasa con la libertad de expresión?
En conjugación con la libertad de expresión, lo que sucede es, como dice la periodista Laurie Penny, que “los intolerantes se abstienen de defender directamente su propia intolerancia, pero se enloquecen en justificar el derecho abstracto de expresar intolerancia. Entonces, en vez de decir, por ejemplo, ‘No me gustan los extranjeros’, pelean fuerte por el derecho de otra persona de pararse en el escenario y gritar que los extranjeros vienen para convertir a tus hijos [a una religión] y para seducir a tus mascotas”.*
¿Qué hacemos con esto?
Como dice Laurie Penny, no hay una solución feliz, porque ante cualquier argumento en contra de este tipo de discursos, te van a decir que estás a favor de la censura y en contra de la libertad de expresión.
“Si les negamos una plataforma a los racistas, ellos se alimentan de una apariencia de censura, pero si les damos una plataforma, ellos han ganado, por ser respetuosamente invitados hacia lo normal. De cualquier manera, lo que les importa no es el debate, sino la atención. No hay elección perfecta”, afirma Penny, y agrega que si bien no se puede decidir quién habla y quién no, sí se puede resolver, en lo personal, no debatir contra intolerantes y discriminadores.
Me resulta interesante también la idea que plantea la paradoja de la tolerancia, o paradoja de Popper, según la cual una sociedad no puede ser ilimitadamente tolerante, porque en tal caso esa capacidad de tolerancia es destruida por los intolerantes. Por eso, afirma Popper, hay que ser intolerante con la intolerancia y solo dar relevancia a las diferencias que pueden ser argumentadas racionalmente. Pero, como siempre, la dificultad está en ver dónde trazamos los límites.
No sé a dónde vamos a ir con todo esto, pero dado el panorama complicado que estas situaciones plantean, te invito a que seamos inteligentes con lo que leemos y que siempre intentemos realizar un análisis crítico de la información que nos llega, para ver qué tipo de discurso es el que hay detrás.
*Traducción libre del inglés. Encontrá el original acá.