Mi primera vez
[Opinión]
Me acuerdo que estaba renerviosa. Había visto cómo se hacía en una novela argentina que daban en la tele. Sabía que era cosa de grandes, pero también sentía que había llegado el momento. Me hice de valor, de los implementos necesarios, y tomé la iniciativa. Pero las cosas no salieron como lo esperaba y al final el resultado fue desastroso.
Me dio muchísimo asco probar, pero cerré los ojos y encaré. Como era de esperar para alguien que aprende a armar un mate mirando una comedia, aquello era intomable. El agua estaba fría, la bombilla tapada y el recipiente para turistas por el que pagué una fortuna, mal curado. Pero eso no me detuvo y hoy soy una gran cebadora (eso dicen) y haría sonrojar al mismísimo Martín Fierro con la cantidad de litros de infusión que me bajo por día.
El mito de la iniciación
¿Por qué cuando nos referimos a “la primera vez” solo pensamos en un beso o en la primera relación sexual? En el imaginario popular, además, eso es una relación heterosexual con coito vaginal… ¡habiendo tanta riqueza de posibilidades! ¿Verdad que al inicio de esta nota pensabas que venía por ahí el tema?
Esto quizás tenga que ver con ciertos estereotipos de cómo el mundo adulto observa las preocupaciones de los y las adolescentes. Pero la verdad es que la adolescencia, así como toda nuestra vida, si la vivimos plenamente, está repleta de “primeras veces”. Como cuando te aprontaste ese mate que te quedó desastroso y lo llevaste con orgullo a la UTU o al liceo para estudiar y no dormirte preparando exámenes.
También está la primera vez que armaste la carpa y no se cayó con el primer viento suave de verano. Quizás para vos la más intensa fue esa primera charla que tuviste sobre política, cuando hacía unos años ni te imaginabas que te podía interesar el tema.
Ni que hablar sobre el primer libro que te partió la cabeza. Ese que llevás a todos lados como un amuleto de la suerte y al que volvés una y otra vez buscando respuestas. Puede ser algo tan trivial como el día que te dieron permiso para tener celular o cuando volviste ese verano de las vacaciones y te diste cuenta de que la escuela había quedado atrás.
La vida está llena de “primeras veces”. Algunas te van a marcar más que otras, obvio, pero vos vas a decidir cuándo, cómo y cuáles van a ser esas experiencias que te tatúen la memoria. Por suerte, estos tatuajes mentales cambian con el tiempo: algunos se decoloran, otros lucen un brillo distinto o se cubren con uno más hermoso. Somos cambio permanente.
Lo que importa es que sepas que la primera vez es contigo, siempre. No tiene por qué ser la mejor, ni la peor, ni mucho menos la última. Pero sí tiene que ser tuya, única, consentida, buscada y atesorada como un acto de amor y coraje.
Macarena
Ilustración: Lía
Este artículo fue escrito e ilustrado por dos integrantes de nuestro equipo de colaboradoras fijas. ¡Sumate vos también! Acá podés encontrar un formulario para ponerte en contacto con nosotras.