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Cara de una persona sin ojos ni boca. Hay un fondo que recuerda a una galaxia y el rostro tiene pelo flotando donde cada uno de los cabellos es de un color diferente

Desear distinto. Sexualidad, diversidad y discapacidad

Cuando nuestros cuerpos o nuestras formas de percibir y entender la realidad son distintas a lo que siempre se ha considerado “normal”, nos toca aprender a relacionarnos de otra forma con los demás desde esa diferencia, que es parte de quienes somos. Esto nos ocurre a todas, porque cada una de nosotras es única y diferente a las demás. Pero a las personas que tenemos alguna discapacidad se nos presenta un desafío un poco más grande.

El prejuicio y la discapacidad

Durante muchos años, se nos consideró anormales, enfermas, una carga para nuestros familiares o un castigo que Dios les había traído. La contracara de estas ideas es igualmente estigmatizante: que las personas con discapacidad somos ángeles, niños eternos a los que hay que cuidar. Que no tenemos ninguna maldad y tampoco ningún tipo de deseo sexual ni de necesidad de vivir con autonomía.

Como podrán notar, estos son prejuicios muy fuertes que se instalan en las sociedades y moldean la forma en que los y las demás nos ven. Esto a veces hace que no se nos considere personas con las que es posible construir una amistad y, menos aún, una relación amorosa. Muchas veces, las personas construyen ideas falsas acerca de cómo vivimos que no las dejan acercarse abiertamente a una persona con discapacidad. Este es un obstáculo que con los años irá desapareciendo, a medida que los y las niñas y jóvenes vayan entendiendo lo falso y dañino de todos estos prejuicios.

Sexualidad y discapacidad

Pero también hay otro desafío que nos toca enfrentar y para el que las necesitamos a todas: se trata de entender que las personas con discapacidad tenemos derecho a disfrutar nuestra sexualidad como queramos, y que la forma que elijamos para hacerlo será válida siempre y cuando respetemos a las demás personas.

Esto parece simple, pero no lo es, porque lleva a hacer muchos cambios en la forma en la que vemos no solo las relaciones sexuales, sino también la atracción sexual y el deseo. Nos toca empezar a pensar que también podemos desear sin ver al otro, que tener relaciones sexuales no implica acciones ni movimientos establecidos, sino solo el hecho de disfrutar de nuestro cuerpo junto con otros o solos, de la forma que cada una necesite y respetando las características de nuestros cuerpos, que son tan diversos como nosotras, y eso es parte de la gran diversidad que nos hace humanas.

Las personas con discapacidad somos eso, personas. Deseamos, queremos, nos equivocamos. También podemos ser violentas, y eso tiene que ser rechazado, sin que nuestra discapacidad lo justifique. Pensar en diversidad, para mí, es también entender que las personas con discapacidad, cuyos cuerpos no se ajustan a la norma que imponen los estereotipos de salud y de belleza, también tienen derecho a ser deseadas y a desear, a expresar este deseo y a vivirlo libremente.

Sofi Fernández

Ilustradora: Clara

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