Marchemos en silencio, vení
Cada de 20 de mayo desde hace 23 años se convoca a una nueva Marcha del Silencio, para recordar a aquellos desaparecidos durante la dictadura que comenzó en 1973. Pero… ¿por qué? ¿Por qué seguimos marchando por personas desaparecidas hace 40 años? ¿Por qué no nos movilizamos por todos los desaparecidos, entonces?
¿Cómo comenzó todo?
Desde la década del 60 se venía dando un enfrentamiento entre el gobierno y grupos sociales. El brazo armado era principalmente liderado por el grupo Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros.
En 1971, cuando ya estaban todos los miembros del MLN Tupamaros presos y siendo juzgados por la justicia militar, asume democráticamente la presidencia Juan María Bordaberry.
El 27 de junio de 1973, tras años de ebullición social, Bordaberry da un golpe de Estado, disuelve las cámaras y comienza una etapa de terror para todos los uruguayos.
¿Qué pasó en esos años?
Desde 1973 hasta el retorno a la democracia en 1985 el país es gobernado por un gobierno de facto. La Constitución deja de tener validez.
Queda prohibido reunirse, no se puede circular por las calles en las noches, las Fuerzas Armadas toman el control, se prohíbe determinada literatura, determinada música. Artistas nacionales deben exiliarse porque corren riesgo de ir a prisión por el contenido de sus obras. Las Fuerzas Armadas pueden llevar preso a cualquiera que camine por la calle sin documento, que tenga el pelo largo, que corra, que cruce de vereda cuando los vea.
Las mujeres debían soportar humillaciones de todo tipo por parte de los soldados, de lo contrario serían llevadas presas por sediciosas. La sedición era un delito, y era sedicioso todo aquel que no hiciera cualquier cosa que ellos quisieran.
En este terror hubo muchos y muchas que quisieron cambiar el mundo. Que no se conformaron con vivir en el dolor. Que estaban furiosos y quisieron hacer algo con su furia.
Muchos jóvenes, en su mayoría estudiantes, se juntaban cuando podían a escondidas de los militares (¡en ese momento estaban prohibidas las reuniones!). Se organizaban para realizar actos de resistencia contra la dictadura, pero si los militares los descubrían, la cosa se complicaba. Estos jóvenes se arriesgaban a ser sometidos a secuestros y las peores torturas imaginables, pero la necesidad de hacer algo ante tantas injusticias era más fuerte.
¿Quiénes son los desaparecidos?
Muchos jóvenes pasaron años de sus vidas en estas condiciones. Algunos volvieron con sus familiares, muchos otros, no.
Todavía hay 192 hombres y mujeres que no aparecieron. A casi 46 años del golpe de Estado y a 33 años del retorno de la democracia, todavía faltan 200 personas. Todavía no se sabe dónde están, o qué les hicieron.
Son víctimas del terrorismo de Estado, y esto las diferencia de cualquier otro tipo de desaparición. Toda desaparición es mala y preocupante, pero es todo un nuevo problema cuando quien hace desaparecer es el Estado. El Estado, se supone, es quien debe defender los derechos humanos de la población. Cuando el Estado se vuelve la fuente de terror… ¿qué pasa?
¿Qué son las marchas del silencio?
Surgen hace 23 años, en 1996, como una necesidad de pedir verdad, de reclamar justicia y de mantener viva la memoria.
Los familiares de aquellos que durante la dictadura fueron desaparecidos por las Fuerzas Armadas, caminan llevando en sus manos las fotos de aquellos rostros jóvenes, que eran jóvenes hace cuatro décadas y que el terrorismo de Estado les arrancó la posibilidad de crecer en un país libre. La marcha transcurre en estruendoso silencio, que se rompe solamente por los nombres de los desaparecidos saliendo de los altavoces ubicados a lo largo de todo 18 de Julio, y seguidos de un profundo “presente” repetido por todos los marchantes, en el afán de honrar la memoria de aquellos que se animaron a luchar por un mundo mejor. Cada marcha termina con el himno nacional, los puños en alto y lágrimas en los ojos.
Un día cualquiera, una noche cualquiera, los militares entraban a la casa de la gente, empuñando un arma de fuego, y se llevaban a algunos miembros de la familia. Todos eran hijos de alguien, amigos de alguien, hermanos de alguien, el amor de alguien. Y tenían una sola cosa en común: querían volver a vivir la democracia. Que reírse a carcajadas no fuera una utopía, que cantar una canción no fuera un delito.
Es nuestra responsabilidad mantenerlos vivos en la memoria. Queremos memoria, verdad y justicia.
Nunca más terrorismo de Estado.
Este artículo fue escrito por una colaboradora externa al equipo de Harta. ¡Sumate vos también! Acá podés encontrar un formulario para ponerte en contacto con nosotras para que publiquemos tus palabras