Tres estereotipos de mujer en publicidad
[Ama de casa, premio o femme fatale]
La publicidad es uno de los reflejos más rápidos que tiene la sociedad para posicionar su pensamiento. Expresa modismos y costumbres, logra asociar personas y estilos de vida a productos específicos. En esta lógica, son innumerables los machismos que la constituyen: la publicidad perpetúa los estereotipos sobre cómo debe ser una mujer para funcionar en sociedad. Acá te muestro tres formas en que la publicidad representa a las mujeres:
Mujer como ama de casa
La publicidad ha fomentado por décadas la idea de que el lugar de la mujer es la casa. La mujer es ama de casa e, idealmente, también es madre. Pasa todo el día limpiando con una gran sonrisa, porque sabe que está desempeñando con honores el rol que la sociedad le asignó. Dedica sus días y noches a velar por el bienestar de su familia, compra los productos adecuados, mientras es invisibilizada como persona.
Compra pasta de dientes para que sus hijos tengan protección contra la caries, compra aromatizante de ambientes para que su familia disfrute del hogar mientras ella está en la cocina. Usa las mejores marcas de limpiadores de azulejos para que limpiar no le quite tiempo de disfrute con sus hijos.“Mamá” no estudia, no disfruta de un buen libro, no sale a andar en bicicleta. Se pasa la vida alternando entre limpiadora y cuidadora. Incluso compra analgésicos para no perder ni un minuto con tonterías como una gripe. Cocina mientras su familia mira la televisión, sirve la comida sin ayuda de nadie.
Todas las marcas de alimentos le hablan a la mujer-mamá, porque es la que tiene que saber qué vamos a cenar. El rol de las marcas es facilitar el trabajo con fórmulas instantáneas y precocinadas, pero el premio sigue siendo el mismo: la aprobación de la familia, que miró inmóvil cómo la mujer se dedicaba al hogar.
Somos mucho más que amas de casa. Claro que podemos disfrutar de las tareas domésticas, como cocinar o limpiar, pero eso no tiene por qué definirnos. Somos lectoras, estudiantes, trabajadoras, deportistas. Somos lo que queramos ser.
Mujer como femme fatale
Desde el shampoo hasta los zapatos de taco, otro estereotipo es el de la mujer preocupada por su apariencia. Esto genera dos preconceptos: el de superficialidad y el de seducción. Una mujer que se ocupa de su aspecto físico es considerada incapaz de alimentar su mente, como si fueran actitudes excluyentes o penadas por la ley. Y se asume que existe un destinatario a quien seducir, porque, aparentemente, la mujer no puede elegir prendas de vestir o maquillaje para impulsar su amor propio.
Las publicidades de productos para el pelo muestran mujeres espléndidas que mueven una perfecta cabellera ante la vista de un hombre atónito. Las cremas corporales logran llamar la atención de quienes están alrededor, como si solo así pudiéramos llegar a tener una opinión positiva sobre nosotras mismas.
No existe contraposición entre belleza e inteligencia. Podemos pasar horas maquillándonos y horas leyendo. Podemos preocuparnos por nuestra apariencia y podemos no hacerlo, porque la única opinión que importa es la de nosotras mismas. No hay producto de belleza que supla totalmente el amor propio.
Mujer como premio
Esta es, quizás, la categoría más escalofriante. Debemos ser conscientes de que, así como promueve productos para la mujer, la publicidad también crea productos para hombres. La diferencia, claro está, es que estos últimos productos suelen estar más vinculados a la diversión, al placer y al desarrollo personal. Si los hombres eligen la marca correcta de cerveza, lograrán pasar la noche rodeados de bellas mujeres. Porque, en este esquema, la mujer es un objeto ciego que persigue etiquetas. Si ellos eligen una buena maquinita afeitadora, las mujeres estarán a sus pies.
No somos la recompensa por la adquisición de un producto. No somos el beneficio colateral de una compra inteligente. Tenemos capacidad de decisión, podemos elegir con quién estar más allá de las marcas que lo rodean. No somos el adorno que acompaña a los hombres de las publicidades.
Convivimos a diario con cientos de mensajes que nos encierran en determinados roles y nos repiten constantemente que somos útiles para determinadas cosas. Salgamos de lo establecido y disfrutemos del amplio espectro de opciones, sin preguntarnos si son cosas de mujer.
Es igual de válido dedicarse a la cocina que estudiar ciencias, diseñar ropa que dedicarse a la ingeniería robótica. Podemos tejer y jugar al fútbol, podemos bailar y arreglar autos. Lo importante es que podamos sentirnos libres y realizadas al hacer lo que nos gusta. Lo importante es que sepamos que ningún estereotipo que muestre la publicidad nos puede limitar.
Tame
Este artículo fue escrito por una colaboradora externa al equipo de Harta. ¡Sumate vos también! Acá podés encontrar un formulario para ponerte en contacto con nosotras para que publiquemos tus palabras