Cambiar lo esperado para cambiar el mundo: socialización y el género
Las cosas que pensamos sobre los demás según sean mujeres o varones, cómo esperamos que se comporten o incluso que luzcan, tienen que ver con cómo la sociedad nos ha enseñado que “deben ser” las cosas, pero nada hay de natural en ese proceso. Te contamos un poco más de qué va este asunto, que tiene que ver con la manera en que nos socializamos desde una perspectiva de género.
¿Qué es la socialización?
Desde que nacemos, las personas somos educadas de maneras muy distintas y esto hace que seamos diferentes, que nos comportemos de forma diversa ante una misma situación y que, por ejemplo, lo que nos hace sentir cómodas o incómodas se asocie también a nuestra historia de vida, nuestra familia y nuestro sistema de creencias. Si bien existen, entonces, distintas formas de ser y estar en el mundo, hay ciertas reglas y creencias que son comunes a quienes conviven en una misma comunidad, porque de otra forma no sería posible la vida en sociedad. El proceso por el que vamos conociendo e internalizando estas “normas de convivencia” se llama socialización.
¿Qué tiene que ver el género con la socialización?
Una de las cosas que se construyen durante el proceso de socialización es qué esperamos de las personas de acuerdo con su sexo. El sexo refiere a un conjunto de rasgos físicos que distinguen a las hembras y los machos de una especie. A partir de estas diferencias, las sociedades le asignan un conjunto de características socioculturales a las hembras y machos humanos, por los que se convierten en “mujeres” y “varones”.
Todas las personas hemos sido socializadas para esperar de una mujer determinadas actitudes y rasgos. Por ejemplo, que sea sensible, delicada, prolija; que le guste cuidar su apariencia física y la adapte al estereotipo de moda; que ayude en las tareas del hogar, entre otras cosas. Esto está naturalizado, es decir, no nos cuestionamos por qué esperamos eso de una mujer y lo asumimos como “lo esperable”, “lo deseable” o “lo correcto”. De esta forma, se pierde de vista que se trata de una construcción social que reproducimos en el día a día. Esta construcción sobre lo que es ser una mujer o un varón se denomina género.
¿Los mandatos de género pueden modificarse en el tiempo?
Muchas veces podés llegar a sentir presiones en tu casa, en el liceo, en el club o incluso por la calle si no actuás de acuerdo con lo que se espera de vos como “mujer”. A todas nos ha pasado en mayor o menor medida. Sin embargo, si conversás con tu mamá, una abuela o una profesora que te lleve unos años, vas a comprobar que antes esto pasaba mucho más y de forma más determinante. La sociedad va cambiando. No todo lo rápido que necesitaríamos, pero avanza, y en ese cambio todas tenemos que ver.
¿Cómo? Animándonos a cuestionar lo que hemos naturalizado como estereotipos de género, tomando conciencia de qué cosas decimos o hacemos cuando nos vinculamos con otras mujeres, identificando los mandatos sociales que nos encierran y nos impiden desarrollarnos de la forma en que nos gustaría. Porque la buena noticia es que las personas somos más procesos que cosas hechas e inmodificables. Somos seres que estamos siendo y podemos cambiar.
¿Qué puedo hacer yo para cambiar esta realidad?
Para cambiar lo que no nos gusta, o lo que creemos que no nos permite desarrollar todo nuestro potencial, tenemos que animarnos a compartir lo que sentimos con otras personas. En nuestro liceo, en nuestro barrio, en todos los espacios que compartimos, debemos detectar quiénes están pasando por procesos parecidos y agruparnos. Explorar en las redes sociales lo que otras mujeres cuentan sobre sus vivencias y qué grupos, asociaciones, movimientos se involucran con la temática. ¡Animate a participar en la forma que más te guste y se ajuste a tu estilo personal!